El pobre ignorante (cuento filosófico)

Este cuento expresa como el camino a la sabiduría puede ser transitado por quienes genuinamente lo desean recorrer, viviendo día a día en armonía y amor y no necesariamente para quienes dominan con fluidez y elocuencia lo que está escrito en los libros. Es frecuente encontrar personas letradas, eruditos, con títulos universitarios que se creen dueños de la verdad y desconocen a quienes no los tienen. Religiosos que suelen recitar versículos y/o textos enteros de libros pero que condenan a los demás como si la pureza del corazón les perteneciera por el simple hecho de asistir o pertenecer a un culto religioso. Si uno no encuentra a Dios, en una flor, si uno no encuentra a Dios, en una ola del mar, en el viento, en un arcoíris, si uno no encuentra a Dios, en los ojos de un ser humano o en cualquier otra cosa, no encontrará a Dios en los libros de religión.

 

 

Un hombre, muy sencillo y analfabeto llamó a las puertas de un monasterio. Tenía deseos verdaderos de purificarse y hallar un sentido a la existencia. Pidió que le aceptasen como novicio, pero los monjes pensaron que el hombre era tan simple e iletrado que no podría ni entender las más básicas escrituras ni efectuar los más elementales estudios, aunque, como lo vieron muy interesado por permanecer en el monasterio, le proporcionaron una escoba y le dijeron que se ocupara diariamente de barrer el jardín.

                Así, durante años, el hombre barrió minuciosamente el jardín sin faltar un solo día a su deber. Paulatinamente, todos los monjes empezaron a ver los cambios en la actitud del hombre. ¡Se le veía tan tranquilo, gozoso, equilibrado! Emanaba de todo él una atmósfera de paz sublime. Y tanto llamaba la atención su inspiradora presencia, que los monjes, al hablar con él, se dieron cuenta de que había obtenido un considerado grado de evolución espiritual y una excepcional pureza de corazón. Extrañados, le preguntaron si había seguido alguna práctica o método especiales, pero el hombre, muy sencillamente, repuso:

 

                -No, no he hecho nada. Me he dedicado diariamente, con amor, a limpiar el jardín, y, cada vez que barría la basura, pensaba que estaba también barriendo mi corazón y limpiándome de todo veneno.

 

 

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Cuento extraído del libro Cuentos filosóficos anónimos, 23 cuentos para reflexionar y meditar.

Por Lina Vargas

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